Este primer mes del blog, pasó volando y aunque ustedes piensen que han sido 30 días de trabajo, les cuento que esto se cocinaba desde hace 3 meses atrás. Desde la época que me tocó hacer descanso. Así que está lleno de paciencia, perseverancia y dedicación. En mi Semblanza les comenté sobre cómo las Relaciones Públicas me apasionan, mucho más cuando se trata de temas complicados. Mis clientes y jefes siempre me dicen que: “en una crisis, tu cara de disfrute se nota y nosotros estamos con cara de sufrimiento”. Creo que de ahí viene mi afición por desenredar nudos, que es el mismo escenario que se presenta ante una crisis. Un nudo que hay que desatarlo con calma, tino y precisión. Considero que así como en la vida –los imprevistos y obstáculos nos hacen crecer- en Relaciones Públicas nos permiten estar mejor preparados para la próxima vez. Y en la vida real también. Así que: ¡respira y respira!, luego pon música alegre. Verás como las soluciones llegan y los nudos desaparecen.
En mi vida
Lo siento, a veces peco de directa, demasiado creo. Y hasta en mis post se nota. Creo que eso es parte de mi Marca Personal, después de todo en ese post les conté que existen estilos personales y afinidades propias que no deben perderse por el manejo profesional de tu marca. Sino vas a transmitir una idea errónea o falsa. Así que pongamos alma a lo que hacemos y los resultados llegarán.
Mi terapia
Parte de esa satisfacción, quise explicarla en el texto Arrancamos las clases y aunque no los mencioné, pero mis hijos o -mis chinos- como les digo son parte de estos 14 años que llevo dando clases o talleres. Un par de chicos que en su mirada y actitud desenfadada me encuentro y me pierdo. Ellos me acompañan en mis jornadas laborales o encontramos momentos para escaparnos y disfrutar juntos. Después de todo, tener una mamá que trabaje 24/7 debe tener alguna ventaja.
Haciendo un paréntesis en el tiempo, y coincidiendo con el Post Todos Somos Nuestros Relacionistas Públicos recuerdo que hace casi 7 años cuando recién atravesábamos el divorcio, veía demasiado calmados a Sofía y Fabio que no pasaban de 7 y 5 años. Los llevé donde una orientadora familiar porque veía que ellos estaban “demasiado bien”, seguían con sus amiguitos, no habían bajado notas en el colegio y pese a la nostalgia normal de la situación, no percibía mayores cambios.
La respuesta de la orientadora fue una bofetada: “tus hijos están haciendo lo que tú haces en tu actividad profesional: son unos pequeños relacionistas públicos. Han visto el cambio, lo procesaron y están en el siguiente paso. Aquí la que está en negación eres tú. Debes aceptar que has criado a unos niños fuertes y maduros. Ahora te toca a ti enseñarles a disfrutar más de la vida y dejar la serenidad a un lado”. Y pues, así lo hice. El primer paso era bastante sencillo, usar labial rojo para que sientan mi energía. Luego teníamos una rutina que ahora la hemos retomado: cantar en el carro cual concierto. Y, tercero, viajar de improvisto, porque el lema de nuestra familia es: “La vida es una aventura”.
El café, siempre el café
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