Hoy en día el arte de enamorar y causar buena impresión al resto es tarea casi diaria. No solo basta con llevarte bien entre compañeros de trabajo, vecinos o familia. Debes tener calma para sobrellevar las críticas, intromisiones, y ligerezas de quienes te consultan, opinan o juzgan en tu muro.
Me dirás: no tengo paciencia para eso. Adivina, los relacionistas públicos, siempre debemos tener paciencia. Así que cuando estás preguntándote cómo sortear esas críticas sobre tu vida, yo te digo: haces el papel de un relacionista público. Al final del día, lo que publicas en las redes sociales se convierte en el espejo donde reflejas tus deseos y anhelos, aunque muchos de ellos sean irreales, y tus contactos lo sepan.
Sin ser crueles en extremo, todos vemos fotos de parejas que no parecen enamoradas de verdad, gente que no le luce bien la ropa o fotos que no nos emocionan mucho. Pero, como un impulso mortal hay quienes le dan like, sin pensar. En el otro lado de la esquina, hay quienes con comentarios que parecen positivos o vienen disfrazados de buenos deseos entre líneas, tú notas agresiones disfrazadas. ¿Cómo surfear esas olas digitales donde tus sentimientos y la vida de tus seres queridos quedan expuestas? El click que le das al publicar es la única respuesta.
Piensa, si no puedes controlar tu impulso por subir cada foto de tu día a día, quiénes somos para juzgar a aquellos que no pueden controlar su impulso para la intromisión digital. Los invitamos a la mesa y luego toca compartir ese postre que se llama likes e interacciones.
A todo esto, debo recordarles que las Relaciones Públicas o Public Relations (PR) son la actividad que busca conciliar el interés público con el de una organización o persona. Para ejecutarlas necesitas tener un mensaje claro, pero sobre todo creatividad.
Por ello, me gusta comparar el arte de hacer relaciones públicas con la capacidad para sortear críticas o halagos en redes sociales, porque es la manera más sencilla y fácil de ser expuesto. Hace 20 años, si no enviabas el boletín por fax a los medios y ellos no me publicaban la nota en el periódico, nadie se enteraba del aniversario de la Barbie o del concierto de un artista. Hoy en día, seleccionas microinfluencers, publicas unas buenas “stories” y compartes en Facebook para lograr un resultado por lo menos más controlable. Así mismo, antes para dar a conocer que tenias novio, casi debías ir a unos 4 cumpleaños para que la gente se entere de tu estado del corazón, hoy en día actualizas esa información en tu bio de Facebook o instagram y desde la abuela hasta la familia de tu jefe se entera.
Frente a ese nivel de exposición, no crees que ¿conocer un poco más de lo que hacen las relaciones públicas es una buena idea? Y no es que los PR no sufrimos de estrés o no nos asustan los problemas. Al contrario, la presión es mucha y 24/7 En mi caso, siempre defino mi nivel de estrés y de los asesores de comunicación que conozco como la explicación del Dr. Banner en la película Avengers, al hablar de cómo controlar a Hulk. “Siempre estoy enojado”. Si el propio Hulk debe estar a flor de piel para controlar su furia, imagina al pobre relacionista público que debe ser creativo, coherente, confiable y amable a la vez manejando cientos de críticas, imprevistos , estrés y crisis. Una gama de explosiones que solo los experimentados o a quienes les apasiona este trabajo están dispuestos a soportar. Así que la próxima vez que veas a un PR, abrázalo, bríndale un café o un chocolate, de seguro detrás de esa aparente calma y sonrisa, habrá muchas crisis diarias que está solucionando.
Y cuando, tú enfrentes a esos comentarios hirientes que quieres responder recuerda de inmediato tu muro, y piensa… Soy mi propio PR: mi poder está en canalizar mi energía.
Además de preguntarte: ¿Vale la pena aclarar posturas en un mundo tan ruidoso y volátil como el timeline? O quizás deberás empezar a dominar más el impulso de subir tus estados personales y aplicar la máxima de todo PR: todo comunica, hasta el silencio.